Por las calles (lluviosas) de Rosario

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Nuestro último día en Rosario llovió. No, no llovió, se partió el cielo al medio y cayeron baldazos y baldazos de agua durante un largo rato.

La lluvia en un viaje puede tener múltiples personalidades. Por un lado, en un viaje largo, la lluvia es la excusa perfecta para quedarse adentro y descansar, mirar una película, leer, escribir. Por otro lado, en un viaje corto, la lluvia puede ser la culpable de arruinarnos uno de los pocos días que teníamos para salir a conocer. Hace un tiempo, sin embargo, aprendí a tenerle cariño a los días de lluvia. Estando en Asia —donde la lluvia abunda— los usé para descansar y atosigarme de series y películas. Hace unos meses, cuando conocí al fotógrafo Diego Koltán y sus fotocharcos, descubrí que los días de lluvia tienen un después que es visualmente fantástico. La lluvia produce charcos y los charcos producen mundos reflejados bajo nuestros pies. Desde que Diego me hizo ver todo lo que se refleja en los charcos, mi mirada ya no volvió a ser la misma. Desde aquel día, cada vez que llovió yo pensé, feliz: Qué bueno, en un rato este lugar va a estar lleno de fotocharcos. Y desde que lo conocí a Damián y sus burbujas, tuve otra razón para que me gustaran los días de lluvia: el antes y el después de la lluvia son momentos ideales para salir a hacer burbujas. Cuanta más humedad y menos sol, mejor. Más grandes y coloridas salen.

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 Fotocharcos

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y burbujas

Así que durante nuestro último día en Rosario salimos a caminar. Todavía no llovía pero se la veía venir. Estábamos paseando por el Bv. Oroño, mirando casas y detalles, cuando me pasó algo muy cómico y lindo a la vez. Dos chicos me gritaron desde un auto “¡Aniko! ¡Aniko! ¡¡Te leemos!!” y me sacaron una foto y una sonrisa. Pocos minutos después se largó el aguacero y no hubo paraguas que resistiera. Era hora de comer y yo recordaba haber visto un restaurante Beatle cerca, así que lo buscamos y nos refugiamos ahí adentro. Para mí, que soy fan de Los Beatles desde antes de nacer, fue como entrar al paraíso. El lugar estaba lleno de fotos, cuadros, detalles y dibujos de Los Beatles. En las pantallas pasaban recitales y shows de ellos como solistas. Arriba había un museo que contaba toda la historia de la banda, con elementos de colección. Así que gracias a la lluvia pude dedicarle varias horas al lugar y salí feliz de haber estado en contacto con mi música preferida.

 

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Cuando nos fuimos ya no llovía, así que decidimos caminar por la Costanera. Casi no había gente en la calle. Y ahí los vimos: fotocharcos a montones, decenas de imágenes reflejadas en el piso. Y nos pusimos a fotografiar.

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La caminata nos llevó hasta el Monumento a la Bandera, donde nos encontramos con el resto del equipo viajero y decidimos hacer una intervención burbujística. El clima era perfecto. Bien húmedo, bien pesado, bien nublado. Damián sacó el kit y se puso a hacer burbujas. Inmediatamente aparecieron chicos, que siempre tienen el radar de las burbujas bien prendido, con sus respectivos padres. El Monumento se llenó de curiosos que miraban las burbujas y nos miraban a nosotros. A varios le contamos nuestro proyecto, nuestra vida de viajeros. Muchos otros se acercaron a nosotros y nos dijeron: “¡Vi las burbujas y sabía que eran ustedes!”. La Burbuseñal funcionó. No vimos demasiado de Rosario, pero pasamos una tarde lindísima gracias a la lluvia.

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Dino y Aldana, los chicos de Magia en el Camino, emburbujados

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Escribo esto mientras en Buenos Aires llueve y todo me parece gris. Esperaré a que pare para, aunque sea, salir a mirar cómo se refleja mi ciudad en el agua que se acumula en sus baches.

Este post es el epílogo de Rosario en movimiento, las impresiones de mi primera visita a Rosario.

Pueden conocer al creador de los fotocharcos en su web: charcosenelmundo.com

Para saber más acerca de las burbujas: burbujasporahi.com

Para saber qué hacer cuando llueve, en cualquier lugar del mundo: Guía para aprovechar un día de lluvia 


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